sábado, 11 de abril de 2009

La Procesión


Nunca había sentido tanto miedo como cuando me encontré a medianoche una procesión donde la saetas acompañaban a algo parecido al Cristo de los Gitanos. La noche estaba abierta, y la iluminación decadente (como siempre) reflejaba las siluetas que marchaban funebres hacia la Iglesia de los Jerónimos.
Detrás del cuerpo central, continuaban los musicos cuyos pellejos recubrían las calaveras. Era un paso lúgubre donde los transeúntes quedaban atónitos viendo pasar un Cristo moribundo y desamparado. La alegría de la gente embriagada se desvanecia y las lágrimas iban surgiendo.
Siempre fieles a ella, la gente seguía la Procesión. Tullidos, minusválidos, ancianos y niños que buscaban el consuelo de un Cristo que esa noche iba a renacer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario